miércoles, 5 de febrero de 2014

LA EVOLUCIÓN DE LOS ARTEFACTOS TECNOLÓGICOS

LA EVOLUCIÓN DE LOS ARTEFACTOS TECNOLÓGICOS

La evolución de los artefactos tecnológicos está guiada por la optimización funcional, es decir, por la eficacia y la eficiencia.


Si los artefactos son objetos materiales construidos según conocimientos seguros, aplicables en cualesquier lugares y condiciones, debería ser evidente que la evolución de los mismos sólo ha de estar guiada por la mejora en su capacidad de cumplir las funciones encomendadas con los menores costes posibles. Según esto, la historia de la tecnología sería la de una sucesión de artefactos guiados por el principio de mejorar lo anterior, haciéndolo más complejo y más útil. De esta forma se puede rastrear la evolución de cualquier ámbito tecnológico (desde las hachas de sílex hasta las armas químicas, desde el carro de bueyes hasta el avión supersónico, desde el molino de viento a la central nuclear) como un cambio en los artefactos que les permite estar cada vez más y mejor adaptados a las nuevas funciones que van siendo demandadas.

Desde esta perspectiva, la evolución de la tecnología no deja de ser como la evolución de las especies naturales: cada vez más complejas, cada vez mejor adaptadas a entornos más diferentes.

La diversidad natural y la adaptación a los cambios ambientales en la sucesión de especies naturales tendrían un paralelismo claro en la sucesión de artefactos tecnológicos. La publicidad automovilística ha explotado muchas veces esta idea. Y, sin embargo, ¿son las nuevas necesidades de las personas las que explican las rápidas variaciones en los modelos de automóviles?, ¿no serán, por el contrario, esas supuestas necesidades más bien demandas inducidas por el propio desarrollo de la industria automovilística con el apoyo de los medios de comunicación social?


Explicar la evolución de la tecnología en el aula siguiendo lo enunciado en este tópico no sería otra cosa que mostrar cómo el desarrollo de los diseños de los artefactos ha sido progresivamente más eficaz y eficiente, es decir, mejor. Pero ¿mejor en qué?, ¿mejor para qué?, ¿en qué y para qué es mejor un arma química que un hacha de sílex?, ¿en qué y para qué es mejor un avión supersónico que un carro de bueyes?, ¿en qué y para qué es mejor una central nuclear que un molino de viento? Estas preguntas, como tantas otras sobre la evolución de la tecnología, no pueden ser respondidas sin aludir a valores, sin discutir sobre valores.

Por tanto, no cabe plantear una educación tecnológica que pretenda dar cuenta de la evolución de los artefactos sin plantear a la vez la cuestión de la evaluación de los artefactos. O, al menos, no cabe hacerlo sin falsificar la esencia de la actividad tecnológica y traicionar el valor de la educación tecnológica para la formación de los ciudadanos que serán usuarios de esas tecnologías y, por tanto, tienen derecho a evaluarlas. Aceptar este tópico significa ir a favor de las inercias dominantes en la institución escolar y fuera de ella, pero también significa aceptar como inevitables las afirmaciones contenidas en la Guía de la Exposición Universal de Chicago de 1933: «La ciencia descubre, el genio inventa, la industria aplica y el hombre se adapta o es modelado por las cosas nuevas... Individuos, grupos, razas enteras de hombres caminan al paso que marcan ciencia e industria».



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